La neuroeducación cambia la forma de enseñar y de aprender

La Neuroeducación se trata de una combinación entre la neurociencia, la pedagogía, la ciencia cognitiva y la psicología, enfocada en conocer cada día más sobre cómo el cerebro aprende. Sus investigaciones están dando lugar a una auténtica revolución en el aprendizaje y la enseñanza.

De ésta forma la educación tradicional está dando paso a nuevos métodos que buscan que el aprendizaje se consolide de manera natural. Los educadores están enseñando a aprender como aprende el cerebro.

Neuroplasticidad

Actualmente gracias a los avances en Neurociencias sabemos que el Cerebro se va desarrollando, va madurando y transformándose a través de los procesos de enseñanza y de aprendizaje.

Uno de los descubrimientos mas importantes ha sido llegar a saber que el cerebro tiene una capacidad casi ilimitada de adaptarse a nuevas situaciones y entornos y a cambiar de acuerdo con las demandas, fortaleciendo algunas conexiones neuronales y debilitando otras, según sea el caso. A esto se le denomina Neuroplasticidad.

Actualmente sabemos que el cerebro es maleable y plástico durante todo el transcurso de la vida. Esto quiere decir, que el cerebro puede aprender durante toda la vida, porque puede establecer nuevas sinapsis, o conexiones neuronales, en función con los diferentes estímulos. Y a mayor cantidad de sinapsis, mayor probabilidad de responder ante situaciones novedosas.

Un niño comienza a aprender desde el mismo momento del nacimiento, si no antes. Aprende en los primeros años a través de mecanismos básicos como son la imitación, la atención compartida y la empatía.

El aprendizaje, así como las experiencias, permite la constante reorganización de la arquitectura funcional del cerebro.

Las emociones en el aprendizaje

La ciencia ha demostrado además que las emociones tienen una influencia directa en el aprendizaje.

Los hallazgos en el Sistema Límbico también proveen información acerca de la importancia del factor emocional en el proceso de aprendizaje. Es así, que el estrés o el miedo no contribuyen a aprendizaje, pero sí lo hacen los desafíos, el juego, la creatividad, las experiencias donde intervengan todos nuestros sentidos.

Y el punto clave de esta nueva aproximación a la educación es que el cerebro necesita la emoción para aprender.

“Para aprender hay que ser feliz haciéndolo, de ahí la importancia de la emoción como canal fundamental en el aprendizaje y la enseñanza”. “Si no nos emocionamos, si en nosotros no se genera una emoción con lo que queremos aprender, será más difícil que nuestro cerebro lo retenga” señala el Dr. José Ramón Alonso, catedrático de Biología Celular de la Universidad de Salamanca.

Alonso señala que contar historias “influye” en el cerebro a nivel de afecto y emociones, pero también en el aprendizaje de los niños. Por ello aboga por “rediseñar la forma de enseñar, porque ya se disponen de algunas evidencias que hacen urgente esa transformación”. A este respecto indica que “es esencial despertar la curiosidad y emocionar para que estemos motivados en aprender".

Aprender a leer

Una de las revelaciones que hizo la ciencia en torno al funcionamiento del cerebro es el proceso de la lectura. El cerebro humano no está diseñado para leer, sino que evoluciona y aprende esa habilidad, porque la lectura es un invento cultural.

"Al estudiar cómo lee el cerebro, en realidad lo que se está observando es cómo aprende algo nuevo. Y ahí es cuando empiezas a entrar en el área de la neuroplasticidad" señala Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva y directora del Centro para la Investigación de la Lectura y el Lenguaje de la Universidad de Tufts, en Massachusetts, Estados Unidos.

Francisco Mora, doctor en Medicina y Neurociencia, escritor y catedrático de Fisiología en la Universidad Complutense de Madrid, coincide y da un paso más allá, al asegurar que "la lectura es algo que nunca hemos sabido cuándo enseñarla".

"Pero llegó la neuroeducación y la ciencia que nos dice que la transformación en la lectura solo ocurre en el cerebro entre los 6 o 7 años", explica.

Hoy sabemos que los circuitos neuronales que codifican para transformar de grafema a fonema, lo que lees a lo que dices, no terminan de conformar las conexiones sinápticas hasta los seis años. Si los circuitos que te van a permitir aprender a leer no están conformados, se podrá enseñar con látigo, con sacrificio, con sufrimiento, pero no de forma natural. Si se empieza a los seis, en poquísimo tiempo se aprenderá, mientras que si se hace a los cuatro, igual se consigue pero con un enorme sufrimiento. Todo lo que es doloroso tiendes a escupirlo en el cerebro y a rechazarlo, no lo quieres, mientras que lo que es placentero tratas de repetirlo.

"Por eso Finlandia empezó a enseñar a leer con alegría y eso solo se logra cuando se alcanza la madurez en esas áreas del cerebro que son las que transforman la lectura", aclara el Dr. Mora.

¿Qué estrategias puede utilizar el docente para despertar esa curiosidad?

Otro de los aspectos clave de la neuroeducación es despertar la curiosidad en los alumnos.

"La curiosidad es el elemento básico emocional para poder enseñar bien. Enseña con curiosidad, haz lo soso siempre interesante y verás cómo quien te escucha abre los ojos", asegura el doctor Mora.

Tiene que comenzar la clase con algún elemento provocador, una frase o una imagen que despierte la curiosidad. Romper el esquema y salir de la monotonía. Sabemos que para que un alumno preste atención en clase, no basta con exigirle que lo haga. La atención hay que evocarla con mecanismos que la psicología y la neurociencia empiezan a desentrañar.

"Ya no sirve decir: '¡Préstame atención!'. Eso es estéril, es inútil. Y eso es la transformación de la neuroeducación", agrega.

Para Mora "parece que ser curioso tiene incluso a veces alguna connotación negativa".

"La curiosidad tiene un anclaje emocional. Somos bichos curiosos. Constantemente estamos buscando cosas nuevas, diferentes, que rompan el esquema. Esa curiosidad es lo que empuja a aprender. Hay que hacer curioso lo que se enseña. Y eso llama la atención", asegura.

José Luis Redondo es docente en España y concuerda con la efectividad de la curiosidad en el aula.

"Introduje el elemento sorpresa que ya está demostrado que favorece mucho la memoria", señala el profesor que da clases de ciencias sociales a adolescente en Úbeda, Andalucía.

El doctor Roberto Rosler, neurocirujano argentino y especialista en neurociencias, recomienda a los educadores que sigan 7 pasos para que el conocimiento logre establecerse en la memoria de largo plazo. Conocelas AQUÍ 

Relajación y ambiente

Para Redondo, en realidad, "no sé puede hablar de 'hacer' neuroeducación, sino que esta disciplina es más para 'ser'."

"En mi aula yo trabajo mucho la educación emocional, cómo identificar las emociones, y aplicó dinámicas de enfrentamiento de la rabia y el miedo".

"Hacemos actividades de mindfulness, es decir, el estar aquí y ahora. Y les enseño a controlar la respiración y gestionar los pensamientos para conseguir relajar la mente", detalla.

Otro de los aspectos de la neuroeducación es el ambiente en el que se lleva a cabo el aprendizaje.

El Dr. Mora destaca la importancia de la neuroarquitectura en la educación.

Este nuevo movimiento es la conjunción de pensamientos entre arquitectos y neurocientíficos valorando el funcionamiento del cerebro para la construcción de nuevos edificios, define.

"La orientación de la luz, el sonido, el calor y el frío, con qué frecuencia hay que cambiar los póster… Se han hecho estudios que muestran que cuando todo eso se tiene en cuenta cambia el rendimiento mental de los estudiantes, como ocurrió en Finlandia, Noruega y Suecia", ejemplifica.

Transformación Educativa

Tanto para el especialista en el funcionamiento del cerebro, como para los docentes especializados en el tema, una transformación educativa es imprescindible.

"Hay que empezar a transformar la formación de los colegios", dice Mora.

Pero sobre todo, el doctor en medicina insiste en que lo importante es hacer interesante lo que se enseña. "Puede ser que no se requiera la palabra, sino una simple foto, un dibujo, algo exótico… Entonces rompes los esquemas, te prestan atención y cuando eso ocurre es cuando tienes que soltar los cuatro o cinco conceptos básicos. Yo no enseño más que eso en cada clase".

Y también cuestiona la duración actual de los períodos de clase.

"Estoy en contra de que una clase en la universidad dure 50 minutos. Una clase debe durar en torno a los 40 minutos si la haces interesante, sino menos". Del mismo modo, Redondo cree que "en el aula habría que cambiar casi todo y los tiempos de las clases no son lo más adecuados".

Y presenta el ejemplo de los adolescentes que deberían empezar las clases más tarde porque ellos tienen "otro ritmo circadiano"; es decir, cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo diario.

"Cuando empezamos las clases a las 8 de la mañana muchos de ellos aún están en la fase del sueño. Y eso es tan sencillo como retrasar la entrada una hora o incluso dar clases por la tarde, cuando ellos están más activos", dice.

Otro detalle importante es el período de sueño, el doctor Roberto Rosler señala que la información se consolida en la memoria a largo plazo cuando dormimos, por ende, nuestros alumnos menores de 10 años deben dormir 10 horas de lunes a domingo y los mayores de 10 años 8 horas de lunes a domingo.

Los profesores deben romper cada 15 minutos con un elemento disruptor: una anécdota, una pregunta, un vídeo que plantee un tema distinto

Pese a todos estos potenciales cambios, aún queda mucho terreno por explorar para plasmar los conocimientos científicos de cómo funciona el cerebro en el ámbito educativo.

Y luego habrá que evaluar si realmente funcionan y logran el objetivo de aprender mejor, destacan los especialistas.