Ser más resilientes ante el Coronavirus


Es oficial: estamos en una doble pandemia, una pandemia de coronavirus y una pandemia de miedo.

Estar en las garras del pánico nos perjudica en cualquier crisis. Justo cuando necesitamos pensar con claridad y mantener la calma, el pánico genera en nuestro cerebro pensamientos confusos y en nuestro cuerpo tensión.

Nuestra propensión a preocuparnos hasta el punto del pánico, es parte de un diseño biológico que se desarrolló en una época en la prehistoria humana, en la que los cazadores recolectores tenían que estar en guardia constante ante los peligros del entorno. Este cableado prehistórico de respuesta automática permanece conectado en nuestro cerebro actual.

El radar del cerebro que detecta el peligro y que dispara la respuesta de huida, lucha o paralización es la amígdala, un pequeño nodo en los centros emocionales, que secuestra los centros ejecutivos del cerebro, y toma las riendas de nuestras acciones y emociones. Si la amígdala señala una amenaza, en éste caso un virus pero también puede ser un tono de voz preocupante en nuestro jefe, el cableado del cerebro desencadena una cascada de reacciones que fijan nuestro enfoque en esa amenaza. Esto significa que no podemos centrarnos en otras actividades y mucho menos ser creativos.

Aquí está el problema: no podemos controlar lo que sentimos, cuándo lo sentiremos, ni qué tan fuerte será el sentimiento. Sentimientos como el pánico vienen espontáneamente. Nuestro punto de elección llega una vez que surge el sentimiento (pánico, miedo, preocupación, etc.) entonces podemos hacer primar nuestro neocórtex, la parte racional del cerebro, cuestionando racionalmente estos sentimientos y eligiendo cómo actuar.

Pensamientos Positivos

La preocupación puede ser positiva, por ejemplo cuando nos enfrentamos a un desafío y proponemos posible acciones para mejorar la situación. Es posible que seas un directivo o trabajador independiente y tengas que pilotear nuevas estrategias a través de esta recesión repentina. O puedes ser una de esas miles de personas que tiene que descubrir cómo administrar su tiempo o incorporar nuevas tecnologías para trabajar productivamente desde su hogar o cómo mantenerte seguro y saludable si aún tiene que ir a trabajar. Los desafíos preocupantes que plantea COVID-19 son innumerables.

Pensamientos Negativos

Pero el pánico desencadena el peor tipo de preocupación. Cuando pensamos en el coronavirus e imaginamos en lo peor que puede suceder, sin analizar otras alternativas, así entramos en una rumiación, es decir, en un patrón repetitivo de pensamientos negativos. Tal preocupación tóxica en la actualidad se ha convertido en una pandemia en sí misma. El modo opuesto es la reflexión productiva, que PNL denominamos "Marco de Éxito" e implica centrarse con atención en un objetivo concreto buscando soluciones y posibilidades potenciales.

La importancia de la RESILIENCIA

La Resiliencia es la capacidad que poseen las personas para afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida. Las personas resilientes evitan continuar rumiando sobre lo dolorosa que fue una experiencia, saliendo incluso fortalecidos. Potenciando esta capacidad nuestra mente puede volver a pensar mejor y nos sentiremos más relajados, creativos y enfocados.

Potenciar la Resiliencia

La buena noticia: las investigaciones han demostrado que la resiliencia no es una capacidad innata, todos podemos ser más resilientes, diciéndole “no” a los mensajes de pánico que nos envía nuestra amígdala.

Hay dos formas de ser más resiliente: una es dialogando contigo mismo, la otra es reeducando a tu cerebro.

Lo más importante es el diálogo interno, hablar con nosotros mismos. Cuando tomamos conciencia de las emociones negativas tratamos de que intervenga la parte racional de nuestro cerebro, que contrarreste los pensamientos derrotistas con una actitud optimista. Cuestiona tu pensamiento pesimista y sustituyelo por una perspectiva positiva.

Además reeduca tu cerebro, para ello existen diferentes prácticas, el Mindfulness es una de ellas.

Te dejamos algunas instrucciones simples para comenzar a practicarlo:
  1. Encuentra un lugar tranquilo y a solas donde puedas evitar las distracciones durante unos minutos.
  2. Siéntate cómodamente, la espalda recta pero relajada.
  3. Concentra tu conciencia en el acto de respirar, permaneciendo atento a las sensaciones de la inhalación y la exhalación, y empieza de nuevo con cada nueva respiración.
  4. No juzgues tu respiración ni trates de cambiarla de ninguna manera.
  5. Considera todo lo que venga a la mente como una distracción (pensamientos, sonidos, cualquier cosa). Deja que se vaya y presta atención nuevamente a tu respiración.
El mejor modo de obtener los máximos beneficios del mindfulness es practicarlo entre 20 y 30 minutos diarios. Tómatelo como una rutina de ejercicio mental.

Con una mente tranquila, clara y enfocada en el presente, estaremos mejor equipados para enfrentar los próximos desafíos.

#QuedateEnCasa y mantente saludable!